Me
duelen todos los corazones que he tenido en mi vida. Desde el tiempo
de cada vacío que se ha ido creando a fuerza de ignorancia de tí
para mí,
de mí para tí.
¿Cuándo
llegó el diluvio de las pocas palabras, de las pocas acciones, del
poco entendimiento, de la poca paciencia, de los “nadas”...
”¿te
quiero?”. ¿Me quieres? (así lo creo, porque me parece que lo
siento al latirme todos mis corazones).
Sé
que tienen heridas, que tú no los entiendes, aunque yo pueda pasar
días explicando los llantos que escapan de mi cuerpo...
a sangre
lenta.
El
dolor es torcido y se ata a la piel. Se vive en los silencios porque
ahí no hay conflictos. La soledad se arrastra y al final acompaña
segundo a segundo, la vida tan rota de “entre dos”, que son y no
son, que están y no están, que viven y se mueren en pasos
distraídos y ambiguos.
Nos
faltan tres sonrisas, dos paseo cogidos de las manos, un abrazo cada
noche (ora de luna nueva, ora de luna llena)...
Y
alguna vez, mirar como caminan los tantos corazones que nos habitan
la vida.