viernes, 26 de julio de 2013

Corazones en duelo... ( accidente tren en Santiago de Compostela )



La muerte supo su destino al torcer en la curva  que rozaba  al principio en silencio, los tantos corazones que debería llevarse.
Apartó su maraña de alboroto de muecas y fue abriendo su capa para acoger el duelo que se iba acercando en cada chirrido que emitían los rieles de la vía ferroviaria.
Nadie sabía si este iba a ser su día o si aún le esperaba alguno de ese regalo hermoso que le llegó cuando fue nacido.
Nadie, nadie esperaba que quien en esta ocasión iba a recogerle a la estación, sería la parca.
A su familia o amigos sólo les iba a ser permitido recorrer recuerdos y llorar dormidos o despiertos su falta, esa ausencia diaria que ya sería para siempre.
Un dolor silencioso abrumando los días y las noches hasta estallar en ese otro dolor arisco y puntilloso de la amargura y el tremendo desasosiego, que se cuela hasta la sangre honda que evita los suspiros abiertos.
Y el resto de la vida sigue... siempre sigue, porque el tiempo no para para nadie, creando una obligación para continuar a pesar de que el corazón se quede atrapado para siempre, en los escombros de unos rieles de esa vía del tren...

( ¡ Ánimo Galicia ! )

sábado, 20 de julio de 2013

Defecto aparente...

El defecto aparente
que llega y me destroza,
invisible a los ojos 
que traicionan
a  mis labios cansados.

Y sin saber decirlo,
lo digo a traves de ese suelo
que salva mis caídas,
abrazando mi cuerpo,
en sus pasiones destapadas
y aturdidas.

Voy uniendo los lazos
de una saliva espesa 
que escapa a los deseos
de quien me mira y me desea,
en estúpidos labios de mentira.
Y suenan unos pasos
que esperan el hastio
de quien trajo las huellas
de números vacios.

Que defecto no hubiera
sin hablar del sonido
que suena en las maderas,
cuando crece desnuda
y sonrie despierta.
La ayuda que no llega,
se persona absoluta
en voces escondidas
de mentes abducidas,
después de que los cuerpos
se vistan sin medidas
y se salven las luces
de las supuestas redes,
donde caen las salivas
que saben a recuerdos
de los oscuros días
que ocupan los defectos
que llegan y se inclinan.

Se que me estoy robando
la silueta exacta de unas manos,
que coinciden
con lo que me destroza
los pasos que pasean,
entre tantas caídas
que escucharon de cerca
y a veces desde lejos, 
mis lagunas tranquilas
y siempre dolorosas
de todos los defectos
que estallan entre pieles...
que aún saben a vida .

( Un lujo en esta ocasión por contar con la fotografía "El tronco de los besos" de Leila Amat, para ilustrar este poema. 
Gracias Leila, por prestarme la imagen. 
Un abrazo...Guaci ) 

miércoles, 17 de julio de 2013

Lo ya ganado...




No me gusta perder lo que he ganado, así pues estoy dedicando mi tiempo a mirar las cosas por segunda o tercera vez, para que no se me escape ningún detalle de lo que tengo y vivo.

 Existo porque aún no me toca morir, eso lo tengo claro, pero en este momento lo que me preocupa es lo oscuro.

Una sucesión de días que no parecen días porque les falta alguna luz, noches que se quedan escondidas en unas sombras que transpiran dolor al lado de mis sueños, horas vestidas de segundos por lo rápido que pasan y a la vez dentro del hueco del reloj, hay prisa por dejarme a solas.

Casi no me detengo a ser yo. Casi no soy yo en ningún momento de todos esos días agrisados y fatuos que tengo delante y de los que no puedo ni debo huir.

La voz es veloz hacia dentro y me habla a cada rato. Me sacude las venas su rumor, hace que me acicale lo que siento y lo transmita entero con cada palabra vieja que me salta de la boca, hasta los sonidos precisos que soplan aires nuevos, apoyados en esquinas torcidas de la vida.

Y quizá voy muriendo en las lunas cuadradas de esta mente que me sacude el alma y me hace mudar la piel. Una piel arrugada de años lentos que ahora se me echan encima muy deprisa, una piel que desnuda los pasos que me quedan y me roza la sonrisa para que no me olvide de las huellas que se quedan detrás y que aún me esperan para aprender a ser yo, con mi locura a cuestas e intentar no perder... lo ya ganado.

domingo, 7 de julio de 2013

Botones en la boca...


Los botones de la boca eran tan pequeños, que dejaban que se escapara el aire entre sus dientes.

Unas veces formaban palabras dulces y armoniosas y otras, las más desde hacía ya algún tiempo, con veneno en cada sílaba.  
Torcía los labios en una mueca absurda cada vez que pisaba las mismas baldosas donde él había pisado descalzo tantas veces, para acudir a su cama.
El sabor de los lamentos en la despedida forraba las paredes de su casa y la ahogaba en ese silencio sin besos, ni abrazos, ni nada.
Un espejo reflejaba la ira contenida en sus mejillas, con ese color rosado vibrante que llegaba a alcanzar los bordes de los labios, casi entresacando esas palabras sucias y viejas que ahora dormían a su lado cada noche.
Cada pliegue de las sábanas tenía el aroma de su cuerpo bordado en los festones de una piel, que se fueron quedando al lado de su piel.
Un tejido de luces que abrasaban las sombras de cada día que acababa.
Espasmos de locura obedecida, para saberse enteros el uno con el otro, revueltos, caídos, alados, muriendo en cada esquina y renaciendo en un beso olvidado dos minutos atrás, mientras se miraban a los ojos para decirse adiós sin despedirse.
¡ Qué lujo la inocencia, que la llevó un inicio que hizo que no volviera !
Se deshicieron lazos al son de las campanas de la ermita y una voz quejumbrosa, de los pasos del tiempo los llevó hasta ese daño que mata y muere cuerpos en el borde de esos suspiros lentos, donde se ajustan botones en la boca, para que no salga el llanto, ni las palabras ciegas, ni las razones muertas de cada desengaño. Ajustando el corpiño que sujetaba su alma con cintas de colores, siguió con su memoria viviendo la injusticia.
Ya casi era un olvido su presencia, salvo por esas noches de truenos de tormenta que hacía que volviera hasta esos brazos, que la abrazaron toda midiendo sus caderas.
Un sólo ruido del aire soltaba los botones de su boca y saltaban palabras como jauría loca que buscase a su presa.
El calor del silencio la volvía a su sitio, al hueco refugiado donde bordaba lenta dispersas emociones y alguna que otra vez... se cosía la boca.